03 - No es el caballo… ¡eres tú!
Fausto Bermúdez
22 dic 2024
“Puedes llevar un caballo al agua, pero no lo puedes hacer beber”.
Esta frase, tan común, se ha convertido en un escudo para muchos líderes. Se usa para justificar el fracaso de los demás: “yo ya hice mi parte”. Pero cuando estás a cargo, cuando llevas las riendas de un negocio ganadero, esa frase deja de ser un consuelo y se vuelve un llamado de atención. Porque si tú eres quien conoce el destino, quien entiende las consecuencias de no tomar agua, entonces no basta con llevar al caballo al río… hay que asegurarse de que beba.
Liderar en el campo no es solo acompañar ni dar órdenes. Es comprender el entorno y modificarlo si es necesario. El caballo —como muchas veces lo son nuestros colaboradores, procesos o sistemas— no ve más allá de lo inmediato. No entiende que si no se hidrata hoy, no llegará al destino. Tú sí lo sabes. Y por eso, si no lo hace, la responsabilidad es tuya. No porque seas culpable, sino porque eres el único que tiene la capacidad de evitar la tragedia.
Aquí es donde entra en juego el verdadero papel del administrador. Se nos ha enseñado que basta con capacitar, con dar instrucciones, con poner herramientas. Pero el trabajo del líder no termina ahí. Liderar es crear condiciones, es moldear el entorno de tal manera que las acciones deseadas se den de forma natural. Es anticipar, ajustar, insistir y, si hace falta, cambiar radicalmente lo que no está funcionando.
No es el caballo quien tiene que entender el destino. Eres tú. Tú eres quien debe ver si el agua está limpia, si el entorno es seguro, si el momento es el adecuado. Y si no lo es, no puedes esperar a que el caballo actúe como si lo fuera. Porque el precio de que no beba, no lo paga él solo. Lo paga toda la operación. Lo paga el rancho.
Muchos administradores caen en la trampa de culpar al clima, a los mercados, a la mano de obra. Pero la verdad es que el problema rara vez está fuera. El verdadero reto está en nosotros. En aceptar que si no se logró el resultado, algo faltó de nuestro lado. El liderazgo no es una línea recta. Es una constante evaluación y corrección. Si algo no está saliendo como planeaste, no es suficiente decir “les di todo”. Tienes que preguntarte “¿qué parte del entorno debo cambiar para que suceda lo que espero?”.
Esa es la parte difícil. Porque implica dejar de ser víctima y empezar a ser responsable. Implica aceptar que, a veces, lo que no funciona no es el caballo, sino el jinete. Y aunque duele, también libera. Porque te devuelve el control. Si tú puedes ajustar las condiciones, entonces puedes cambiar los resultados.
Así que la próxima vez que repitas esa frase, hazlo con una nueva conciencia. No digas “yo ya lo llevé al agua”. Pregúntate si el entorno que tú creaste lo invita a beber. Y si no es así, cambia el entorno. Porque al final del día, tú llevas las riendas. Y el destino, sea bueno o malo, llegará por tu causa… no por el caballo.
Tierras sanas, familias felices, negocios rentables.
Fausto Bermudez.